Enseñando lo que no se sabe
Peter Senge, californiano, cree que el principal problema del sistema educativo es que se basa en el modelo de la revolución industrial. Este profesor de la escuela de negocios del Massachusetts Institute of Technology critica que los colegios en diferentes partes del mundo continúan replicando un modelo de aprendizaje pasivo, en el que los docentes hablan y los estudiantes permanecen sentados y callados, “como si se les estuviese entrenando para trabajar en una fábrica”.
En 1991, fundó la Society for Organizational Learning (SOL), una red de innovación en el aprendizaje en la que participan más de 19 empresas y organizaciones y mil escuelas públicas y privadas de diferentes partes del mundo. A continuación, se presentan algunas de sus propuestas educativas en el marco de una visita de trabajo con profesores de la Institución Educativa SEK, ubicada en Madrid,
Pregunta. ¿Cuáles son las principales transformaciones que debe afrontar la escuela?
Respuesta. Lo más importante es que llegue el final de la escuela tal y como la conocemos. Nadie sabe a ciencia cierta cómo debería ser la fórmula, de hecho, no creo que haya un modelo único, pero sí un principio claro: adultos y niños aprendiendo a la vez. Cómo se resolverán los problemas que ya nos afectan hoy, como, por ejemplo, el cambio climático. El aprendizaje en el colegio se centra en evitar cometer errores. El contexto autoritario dentro de la escuela es tal que los chicos solo quieren complacer al maestro.
¿Cómo puede funcionar una escuela pretendiendo que alumnos y profesores tengan los mismos intereses?
Respuesta. Los docentes tienen que crear nuevas fórmulas pedagógicas para que los niños aprendan cosas sobre las que no hay respuestas claras. Singapur comenzó en el año 2000 su proceso de transformación del modelo educativo y el eje fue crear un entorno en el que todo el mundo aprendiese: profesores, alumnos y padres. Supuso un cambio radical, teniendo en cuenta que habían heredado el modelo británico, muy profesor-céntrico. El aprendizaje giraba en torno a la figura del experto. Dijeron basta y ahora los profesores plantean retos reales y los estudiantes aportan soluciones. No solo se plantean problemas artificiales para resolver en el aula. A los alumnos les motiva ayudar a su comunidad a ser más efectiva. La forma de hacerlo con un niño de ocho años o un adolescente de 18 es distinta, pero el principio es el mismo.
¿Cómo tiene que afrontar el profesor su día a día en el aula?
Respuesta. Solemos decir que el profesor del siglo XXI tiene que enseñar lo que no sabe. Ahí empieza la innovación. Para que se produzca el cambio tiene que haber una masa crítica de esos adultos en las escuelas que diga basta. Esto no va sobre decidir buenas o malas respuestas, sino sobre afrontar problemas reales. Conseguir que un niño de 12 años entienda por qué hay problemas de drogadicción en su barrio.
¿Qué papel tiene la tecnología en la transformación del modelo?
Respuesta. Tecnología moderna y pedagogía anticuada. Hay que innovar en las técnicas de aprendizaje.
¿Cree que los contenidos estáticos como las matemáticas o la literatura se deberían modificar dentro de los programas académicos?
Hay que enseñar esos contenidos de forma distinta. Los buenos profesores de matemáticas saben la diferencia entre el aprendizaje mecánico, en el que los chicos aprenden a escribir ecuaciones, y el profundo, en el que entienden el por qué. El docente es importante porque ha diseñado la metodología, no actúa como un profesor sino como un facilitador.
La clave para el cambio, ¿la tienen los gobiernos o las escuelas?
En la mayoría de lugares, los líderes han sido los directores de los centros y los docentes, grupos pequeños que han querido dar un giro a su cultura de aprendizaje. El cambio tiene que arrancar en la escuela, que funciona como una institución local.
¿Qué modelo educativo actual cree que debería replicarse?
No tiene sentido dividirles en cursos por edad. La escuela industrializada, ese es el problema. En las líneas de ensamblaje todo el mundo se movía al mismo ritmo y precisamente fue la era de la industrialización la que hizo a los lentos estúpidos. Hace unos años conocí en Los Alpes a un físico austríaco que había trabajado con el Nobel de Física danés Niels Bohr, probablemente el físico más brillante de la historia. Le pregunté cómo era trabajar con él y me dijo que era muy lento, pero que cuando entendía algo, realmente lo entendía. La mayoría de científicos son pacientes, reflexionan, se toman su tiempo. Durante décadas se les ha hecho creer a los niños que no poder avanzar al ritmo que marca la escuela es sinónimo de ser idiota.
¿Cree que la certificación supone un freno para el aprendizaje?
La evaluación más efectiva es la del propio alumno analizando su progreso, la autoevaluación. Los buenos docentes crean un entorno en el que los estudiantes mejoran constantemente y pueden juzgar de forma objetiva cómo están evolucionando. Todo lo que está demasiado mecanizado carece de sentido. El problema no es la herramienta, sino el uso que se hace de ella. El objetivo debería ser estudiar qué técnicas de enseñanza funcionan mejor que otras y por qué.
El pedagogo británico y conferenciante Ken Robinson critica que la escuela mata la creatividad. ¿Cuál cree que es la explicación?
Los niños dejan de ser curiosos por el miedo a cometer errores, y como consecuencia de eso, también dejan de ser creativos. Hace unos años, un educador me dijo que no tenemos ni idea del drama que sufren los niños en la escuela. Los profesores están en una posición de autoridad y pueden hacer mucho daño si no se dan cuenta del impacto que pueden tener sus mensajes.
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El profesor del siglo XXI tiene que enseñar lo que no sabe